La gripe es una infección respiratoria de inicio brusco causada generalmente por los virus influenza A y B de la familia Orthomyxoviridae.
La clasificación de los virus gripales se basa en la presencia de dos tipos de antígenos: los internos y los superficiales. Según la presencia de antígenos internos (nucleoproteína y proteína M1) los virus gripales se clasifican en A y B. El tipo A se subdivide en función de los antígenos superficiales: Hemaglutinina (H) y Neuraminidasa (N) y los subtipos se clasifican con la letra inicial H o N según la presencia de los mismos seguida de un número arábigo convencional. En el virus de la gripe A se han descrito dieciséis subtipos de H y nueve de N, pero sólo una pequeña proporción se implican en la gripe humana. La capacidad de estos virus para sufrir variaciones en sus antígenos, sobre todo en los superficiales, es lo que les otorga una gran trascendencia desde el punto de vista epidemiológico.
En concreto, la epidemia de este año es debida fundamentalmente al virus influenza A (H3N2).
La gripe habitualmente se presenta de forma anual, en brotes epidémicos más o menos importantes durante los meses de invierno. Los virus gripales A se encuentran ampliamente difundidos en la naturaleza. La fuente de infección para el ser humano casi siempre es el hombre enfermo (contagio de persona a persona). La transmisión ocurre fundamentalmente por mecanismo aéreo directo principalmente por las gotitas de saliva o por secreciones emitidas al hablar, toser o estornudar. Los fómites (objetos inertes) recientemente contaminados también pueden vehiculizar la infección. El periodo de incubación es de 1-2 días y la fase de contagio dura desde 24 horas antes del inicio de la clínica hasta 7 días después del inicio de la misma (en niños incluso hasta 10 días).
Toda la población es susceptible de padecer la gripe. La única limitación se debe a la existencia de inmunidad por contactos previos con virus idénticos o antigénicamente próximos o mediante vacunación.
La gripe origina una elevada morbilidad y mortalidad tanto de forma directa como por el agravamiento de otras enfermedades crónicas cardiorrespiratorias presentes en grupos de riesgo. De forma complementaria también origina importantes costes sociales y sanitarios derivados del absentismo laboral y escolar y por los gastos que ocasiona su asistencia.
Clínicamente la gripe se caracteriza por fiebre elevada, escalofríos, tos seca, malestar general con dolores musculares (mialgias), articulares (artralgias) y cefalea. También puede existir congestión nasal y con menos frecuencia dolor de garganta, estornudos e irritación ocular. Generalmente es una enfermedad autolimitada (de 5 a 7 días), de curso benigno que no requiere antibiótico.
Ante un cuadro gripal se deben adoptar medidas para aliviar los síntomas y evitar el contagio de la misma. Para ello se aconseja:
– Reposo domiciliario: alivia el malestar general y evita el contagio en la medida de lo posible.
– Ingesta abundante de líquidos: agua, zumos…. Evitar la ingesta de alcohol y no fumar.
– Antitérmicos: paracetamol o ibuprofeno. Se debe evitar el consumo de aspirina entre niños y adolescentes por el riesgo del síndrome de Reye (daño cerebral y hepático súbito).
– Antivirales: administrados en las primeras 48 horas disminuyen la duración de la enfermedad, pero no están exentos de efectos secundarios sobre todo a nivel gastrointestinal por lo que deben ser recetados por un médico valorando riesgos-beneficios. Existen varios fármacos comercializados: la amantadina, oseltamivir y zanamivir.
– Se debe recordar e insistir que la gripe en una enfermedad producida por virus y los antibióticos no están indicados.
– Higiene de manos con lavados frecuentes.
– Al toser el paciente se debe tapar la boca y debe utilizar pañuelos desechables.
– No debe compartir alimentos, ni utensilios para la comida, ni objetos personales de higiene o aseo.
– Evitar locales cerrados o con aglomeraciones.
En la mayoría de los casos la recuperación se produce en una o dos semanas y no es necesaria la asistencia médica.
En determinados grupos como por ejemplo niños menores de 2 años, ancianos, embarazadas de más de tres meses, personas con enfermedades crónicas (cardiacas, respiratorias, renales…) o si el proceso infeccioso se prolonga más de dos semanas se aconseja valoración médica porque la gripe puede producir complicaciones graves (insuficiencia respiratoria, neumonías, exacerbación de patología previa, sepsis…) que requieren actuaciones específicas.
Llegado este momento debemos recordar la importancia de la prevención con la vacuna antigripal y la indicación de la misma en las personas mayores de 60 años, mujeres embarazadas, personas con obesidad mórbida, pacientes inmunodeprimidos, pacientes con enfermedades crónicas (cardiovasculares, renales, metabólicas, neuromusculares, hepáticas, etc.), personas institucionalizadas, personal sanitario y los trabajadores de guarderías, colegios y residencias