“Desde hace unos meses noto que me falta el aire si tengo que caminar deprisa o correr para coger el autobús, y algunas noches me cuesta dormir porque me escucho pitos en el pecho. Mis compañeras de trabajo me dicen que seguro que es alguna alergia o asma”
El asma es una enfermedad crónica del aparato respiratorio en la que los bronquios están inflamados y se obstruye el paso del aire. Es una enfermedad muy frecuente a nivel mundial, afecta aproximadamente a un 5% de la población adulta y al 10% de los niños. Asma y alergia no son lo mismo, aunque algunas personas confunden ambos términos. Aunque la alergia desempeña un papel importante en favorecer algunos tipos de asma en niños mayores y adultos, hay personas con asma sin alergia, sobre todo niños menores de 5 años y adultos de edades avanzadas.
Para los pacientes es importante saber reconocer cómo se manifiesta el asma, para consultarlo con el médico y de esta manera facilitar el diagnóstico.
Los principales síntomas del asma son el ahogo o dificultad para respirar, que los médicos denominamos disnea, tos repetitiva que suele ser seca, pitidos o ruidos en el pecho que los médicos denominamos sibilancias, y opresión o sensación de tirantez en el pecho. Los síntomas son diferentes en cada persona, y en una misma persona pueden cambiar a lo largo del tiempo. Es importante saber que la falta de aire, la tos, los pitos y la opresión pueden aparecer en otras enfermedades por lo que habrá que realizar pruebas para llegar a un diagnóstico correcto.
Entonces ¿cómo diagnosticamos el asma? El diagnóstico, además de tener en cuenta los síntomas referidos previamente, se basa principalmente en un estudio de la función pulmonar. La prueba más importante es la espirometría, que nos va a detectar si los bronquios están obstruidos y si esta obstrucción mejora o se resuelve tras administrar un fármaco que dilata los bronquios, lo que se conoce como test de broncodilatación. Para realizar esta prueba tendremos que soplar por un tubo conectado a un dispositivo electrónico tal y cómo nos indique el técnico encargado de esta prueba. En algunos centros utilizamos también otra prueba que mide si existe inflamación de los bronquios cuantificando la cantidad que expulsamos al soplar de una sustancia llamada óxido nítrico. En otras ocasiones pedimos al paciente que mida en su domicilio la función pulmonar con un aparato portátil denominado medidor de flujo espiratorio máximo en el que también soplaremos de la manera que nos expliquen y anotaremos los valores en una gráfica para que el médico los valore.
En los niños a partir de 5 o 6 años de edad se pueden utilizar normalmente las mismas pruebas descritas que para los adultos. En lactantes y niños más pequeños a veces son necesarias pruebas más complejas. Retomando el caso descrito en el primer párrafo, si un paciente reconoce una o varias de las posibles manifestaciones del asma, debe acudir al médico para valorar qué pruebas hay que realizar, y si es necesario remitirle al Neumólogo, teniendo en cuenta que tanto la falta de aire, la tos o los pitos son comunes a otras enfermedades de origen respiratorio o incluso cardiológico.
Dra. Rocío García